El
término hábito hace referencia a una
manera constante, uniforme de responder ante situaciones/estímulos determinadas
y específicas. (Moles, 1994).
Obviamente
la adquisición de hábitos está sujeto a las leyes del aprendizaje, es decir
para la implantación de un hábito deben actuar los reforzamientos ya sean
directos o indirectos (en pocas palabras la persona que realiza un hábito debe
recibir un beneficio) de no ocurrir esto, el hábito se extingue. No todos los
hábitos reportan beneficios reales para el sujeto, entendiéndose por esto, que
no todos contribuyen con el mantenimiento del equilibrio biopsicosocial del
individuo; aquellos que sí lo hacen reciben el calificativo de “adaptativos” u
“operativos”.
Existen
también algunos hábitos que se adquieren a temprana edad y que se consideran
positivos, pero que en una etapa posterior se consideran negativos. Por
ejemplo, la mayor parte de las mamás suspiran aliviadas cuando sus bebés
descubren su pulgar, ya que creen que si el niño se chupa el pulgar, será una
excelente forma de autoconsolarse y pronto se quedará dormido en caso que se
despierte en la noche o muy temprano en la mañana. Pero si el niño se sigue
chupando el pulgar (u otro dedo) tres años más tarde, ya es otra historia. La
mamá se molesta y a menudo siente vergüenza si el niño se mete constantemente
el dedo en la boca, especialmente si lo hace en público.
Algunos
niños están muy apegados a una manta, a un pedazo de tela o a un juguete suave
(como los peluches). Este objeto de compañía, igual que el hábito de chuparse
el dedo, a menudo se emplea para ayudar al bebé a dormirse o para calmarlo
cuando está inquieto o angustiado. Sin embargo, se puede convertir en un
problema si el niño se vuelve obsesivo por el objeto e insiste en llevarlo con
él a todas partes.
Escarbarse
la nariz es otro hábito muy común que muchos padres consideran irritante, y a
menudo la forma que el niño elige para “limpiarse las narices” llegará a
repugnar incluso a los padres más liberales.
Aunque
la mayoría de estos hábitos desaparecen con la edad (salvo excepciones, cuando
son producto de situaciones extremas de ansiedad, y/o son reforzados
positivamente por los mismos padres), a continuación se exponen algunas
sugerencias para prevenir el desarrollo de hábitos negativos, modificar los que
ya existen y fomentar los hábitos positivos.
Cuando
los niños son mayores de dieciocho meses, el uso de la economía de fichas o
calendario gratificante (técnicas de modificación de conductas infantiles),
resulta de inapreciable valor, y son un gran incentivo para fomentar el
desarrollo de hábitos positivos.
SUCCIÓN DEL PULGAR
Todos los bebés nacen con el reflejo de succión y casi todos se chupan el pulgar en alguna etapa de su desarrollo. Algunos comienzan en el vientre materno, pero hasta que el bebé no cumple los tres meses no ha desarrollado aún la coordinación suficiente como para mantener el pulgar dentro de la boca durante un período prolongado de tiempo. La mayoría de los bebés se chupan el pulgar (u otro dedo) cuando están cansados, para calmarse antes de dormir o cuando tienen hambre. Tiene su expresión máxima entre los 6 y los 9 meses de edad. Si su bebé tiene un año o más y se chupa el pulgar, estimúlelo para que juegue con muñecos o póngale alguna actividad física que lo distraiga, distraerlo es mucho mejor que desaprobarlo, quitarle la mano de la boca constantemente o regañarlo, rara vez resulta efectivo, por el contrario a veces reforzamos la conducta y aumentamos su ansiedad. Con los niños más grandes se agrega el problema de la deformidad dental y de mandíbula, por lo que muchos requieren ortodoncia. Normalmente en preescolares las causas son el aburrimiento, el cansancio, la inseguridad y la ansiedad. Entonces debemos atacar estas causas.
EL CHUPÓN
Si se usa con discreción, el chupón puede ser una buena adquisición durante los primeros meses, desafortunadamente también puede ser una causa de insomnio. Un bebé al que se le permite dormirse con el chupón en la boca puede despertarse varias veces por la noche y negarse a dormir otra vez si no se lo dan, creando una excesiva dependencia.
Si Ud decide ofrecerle un chupón a su bebé, vale la
pena considerar algunos puntos:
·
Si el bebé está contento y satisfecho sin un chupón, no tiene ningún
sentido ofrecerle uno con la esperanza de que deje de chuparse el pulgar.
·
Sea selectivo en relación con los momentos del día en que se lo ofrece.
· Quítele el chupón de la boca antes de que caiga en un sueño profundo,
es mejor tolerar unos minutos de llanto durante los primeros días que escuchar
un gran llanto interminable cuando pretenda eliminarle este hábito.
·
Asegúrese que los chupones están correctamente lavados y esterilizados
antes de ofrecerlos al bebé, pues una mala higiene puede ocasionar infecciones.
ONICOFAGIA (morderse las uñas)
El hábito de morderse o comerse las uñas se debe tratar
del mismo modo que el de chuparse el pulgar. Es mejor distraer al niño que
regañarlo. Si el niño se muerde las uñas para calmar la ansiedad, demostrarle
su enfado o su disgusto sólo reforzará esta conducta, es decir aumentará su
frecuencia de aparición. Es conveniente descubrir la causa de la ansiedad y
resolver el problema.
Algunos padres intentan pintarle las uñas a sus
hijos, untarlos de sustancias amargas, pero nada de esto funciona si no
tratamos la ansiedad en ellos. Generalmente a tenido buenos resultados la
utilización de la economía de fichas o gráfico de estrellas, es decir se
establece un contrato con el niño, por cada uña que no se muerda por cada día recibirá
una ficha o estrella (haciendo caso omiso cuando se las muerda o colocando
fichas negativas, pero nunca amonestarlo por ello), al final de la semana
recibirá una recompensa o reforzamiento material de acuerdo al número de fichas
o estrellas acumuladas. Además el reforzamiento social (elogios,
congratulaciones) por mantener las uñas sin morderse es un buen aliado en la
terapia.
Algunos investigadores afirman que escarbarse la nariz es
un hábito que surge en momentos de aburrimiento o cuando el niño está ansioso.
Es posible que en algunos casos sea efectivamente cierto, sin embargo otros
opinan que la principal razón para meterse los dedos en la nariz es que a esta
edad los niños no son capaces de sonarse la nariz, lo que suelen aprender
alrededor de los tres o cuatro años de edad. Es inevitable que los niños
quieran liberarse de algún moco que los está molestando, de la única forma que
saben, es decir metiéndose los dedos.
Cuando su niño tenga dos o tres años de edad
enséñele a sonarse la nariz (cerrando una fosa nasal mientras se suena la
otra). Como la mayoría de los hábitos negativos este tiende a desaparecer con
el tiempo. Recuerde también informarle que esta actividad es recomendable
hacerla en privado.
Cuando su niño tenga varios dientes, puede utilizar un
pequeño cepillo para dientes de leche. Elija uno de cerdas suaves y un asa que
sea fácil de manejar, además de una crema dental de agradable sabor. Al
comienzo, la mayoría de los bebés se interesan más por morder el cepillo que
por cepillarse los dientes. Hasta que el niño no llega a los seis o siete años
de edad no se cepilla los dientes correctamente y necesita de su ayuda. Intente
que el cepillado de los dientes se convierta en una actividad divertida, y al
principio utilice la imitación y el modelaje.
En las diversas fases de su desarrollo, todos los niños
pueden tener formas repetitivas de responder a determinados estímulos, es decir
hábitos. Para calificarlos como trastornos hay que valorar su frecuencia, su
incidencia física, emocional, o social en la vida del niño y la familia, así
como también la edad del pequeño.
Dr Eduardo Hernández González.
Pediatra y Terapeuta Conductual Infantil
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